Chelsy Gomez

3 de Noviembre de 2017

En el Evangelio según san Mateo, los fariseos lepreguntan a Jesús si es legítimo pagar el impuesto del censo al César; pero los fariseos realmente no están interesados en Su respuesta. Más bien, su objetivo es atrapar a Jesús con la pregunta. Saben que un simple sí o no violaría ya sea la ley romana o la judía e intentan usar este conocimiento para beneficio de ellos.

Mientras los votantes en muchos estados se preparan para regresar a las urnas, recordamos la carrera presidencial del año pasado, que tuvo un tono particularmente desastroso y fue probablemente uno de los tiempos de campaña más divisorio. No es un secreto que el clima político aún debe mejorar, y muchos argumentan que la división incluso ha alcanzado otra magnitud.

Ya sea por vía de comentarios en nuestros medios sociales, incluso noticiosos televisivos o expertos de la radio, todos somos testigos de un clima político y cultural que de manera similar hace preguntas, no con fines de un entendimiento mutuo, sino para atrapar e incluso destruir a una persona o un grupo. Solo tenemos que leer la sección de comentarios de cualquier publicación en Internet para ver que el diálogo y el debate se han convertido en poco menos que insultos, acusaciones y rechazo.

Como nación, estamos seguramente haciendo frente a muchas cuestiones críticas que tienen el potencial de cambiar drásticamente nuestra sociedad, en especial en lo que respecta a la protección y defensa de la vida humana, los derechos de conciencia y la libertad religiosa. Aunque siempre debemos permanecer firmes en nuestra oposición a estas amenazas contra estos derechos, nunca hemos de olvidar la dignidad innata de esas personas que se oponen a nosotros o no están de acuerdo. Cuando entramos en estas discusiones y debates, como nuestra fe nos llama a actuar, debemos dar el ejemplo de cómo desafiar estas posturas y argumentaciones siempre manteniendo la dignidad del otro.

Si "ganamos" un debate a expensas de la dignidad del otro, ya hemos perdido.

El Papa Emérito Benedicto XVI resalta: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus caritas est, 1). Porque hemos encontrado a Jesús, sabemos quiénes somos y a dónde vamos. Sabemos que estamos llamados a compartir el don que hemos recibido y, como Jesús nos enseña, a amar y rezar por nuestros enemigos.

Cuando los fariseos preguntan a Jesús sobre el impuesto del censo, Él responde: "Devuelvan, pues, al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios". La respuesta no elude simplemente la trampa de los interrogadores, pero como dijo recientemente mi párroco, sirve como una invitación a la reflexión. Jesús da una respuesta que los fariseos pueden contemplar en su interior, lo mismo que nosotros.

Por ser cristianos, nuestra misión definitiva es la salvación de las almas, y el alma de la persona que se opone a nosotros es tan valiosa como la del hijo en el seno materno. Por consiguiente, que la manera en la que nos dirijamos y hablemos sobre los que se oponen a nuestros esfuerzos sea para ellos una invitación a la reflexión. Por medio de una comunicación amorosa y respetuosa, que otros logren encontrar a Él que es la Verdad.



Chelsy Gomez es Asociada de programas para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.