MaryMcClusky

11 de marzo de 2016

Aunque la Pascua es un momento de gran alegría para muchos, también puede ser un tiempo doloroso. Imagine cómo se siente una mujer que se ha realizado un aborto y ve a los niños correr en busca de los huevos de Pascua. Quizás sufra por el niño que nunca cargará en sus brazos. Su atención está en el sepulcro, no en la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte ni en la alegría de la Resurrección. Quienes lamentan la pérdida de sus hijos a causa de un aborto quizás sientan que no son dignos del amor de Dios. ¿Cómo puede la Iglesia ayudar a las madres y padres que sufren a que pasen del sufrimiento en silencio a la sanación, la paz e incluso la alegría Pascual?

Muchos caminos de sanación comienzan con el Sacramento de la Reconciliación. En lo que la Congregación para el Clero llama el "Sacramento de la Divina Misericordia", tenemos un encuentro y un diálogo verdadero con Jesús, presente en el sacerdote. Recibimos misericordia, perdón y gracia para fortalecernos. Si conoces a alguien con temor del sacramento debido a un aborto en el pasado, asegúrele que Jesús, que nunca se cansa de perdonarnos, la espera con ansias. Muchas parroquias diocesanas participan en programas como "La luz está encendida", que abren todas las iglesias católicas para la confesión ciertos días de semana durante la Cuaresma.

Cuando se encuentre con gente que evita regresar a la Iglesia porque teme ser juzgada, quizás sea útil recordarle sobre todos a los que Jesús perdonó y sanó. La mujer sorprendida en adulterio. El ladrón bueno en la cruz junto a Jesús en la Crucifixión. La mujer pecadora que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas. San Pablo estaba dedicado a matar y perseguir a los primeros cristianos hasta que Jesús se le apareció. Incluso San Pedro, nuestro primer Papa, negó a Jesús tres veces después de saber que era Cristo. El Papa Francisco escribió: "Esto puede escandalizar, pero me consuelo con Pedro: había renegado a Jesús y, a pesar de ello, fue elegido" (El nombre de Dios es misericordia, 41–42). Recordemos que Jesús dijo: "habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse" (Lucas 15,7).

¿Cómo podemos nosotros, miembros fieles de la Iglesia, ser puentes para la misericordia de Dios y, como dijo el Papa Francisco, lograr que nuestras parroquias "lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia"? ¿Cómo podemos vivir las Obras de Misericordia Espirituales y Corporales? Si alguien te cuenta sobre un aborto previo, escucha su relato con compasión y paciencia. Consuela a los que sufren, reza por los vivos y los muertos, y entierra a los muertos. Quizás no podamos enterrar físicamente al niño que fue abortado, pero puede ser conmemorado en altares y sitios dedicados a los niños que no nacieron. Los cementerios católicos locales a menudo tienen monumentos dedicados a los niños que no nacieron.

Los sacramentos extienden más allá del Tiempo Pascual nuestra celebración de la vida que Cristo nos dio con su victoria sobre el pecado y la muerte. Cada misa de domingo, llamada algunas veces "mini-Pascua", es una celebración de la vida juntos en Cristo. Por el Bautismo, participamos del poder de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Que la gracia de Dios nos ayude a convertirnos en canales de misericordia sanadora, para que todos los que sufren a causa del aborto hallen paz en Jesús, la Iglesia que fundó y la alegría de la Resurrección.

Ubica el Ministerio del Proyecto Raquel más cercano visitando el mapa "Busca ayuda" en www.esperanzaposaborto.com o www.hopeafterabortion.com. Reza para que muchos reciban el don de la misericordia infinita de Dios.



Mary McClusky es directora adjunta del Desarrollo del Ministerio del Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.com o www.hopeafterabortion.com.