Tom Grenchik

16 noviembre de 2018

Hace poco, rezaba el rosario en la acera fuera de un centro de aborto muy concurrido en el área de Washington, D.C., donde vivo. El edificio, una estructura de apariencia sórdida que solía ser un minimercado, está ubicado en una vía pública dividida y ajetreada. Tres carriles de tráfico van en un sentido, y tres carriles operan en sentido inverso. Con una intersección importante a media cuadra de distancia, el tráfico pesado a menudo se acumula ante la luz roja. Algunos conductores simulan no observar a la gente pacífica que reza u ofrece ayuda provida a las madres, los padres y los familiares que se dirigen al centro de abortos. Algunos conductores los alientan y otros, de vez en cuando, gritan alguna grosería o muestran el “pulgar hacia abajo” de desaprobación.

La acera es un lugar tan ocupado que uno tiene que dejar de prestar atención a gran parte del ruido para rezar con concentración por las madres que se dirigen al centro de abortos.

Durante uno de los cambios a luz verde, cuando los carros comenzaron a moverse nuevamente, un conductor gritó “¡Las vidas negras importan!” al marcharse a toda velocidad.  Cuando asimilé su comentario, me di cuenta de que sus palabras eran proféticas y complejas. La mayoría de las madres que se dirigían al centro de aborto eran negras. La mayoría de los niños que morirían ese día también eran negros. La vida de ellos tiene una importancia increíble para todos los que estábamos afuera del centro de abortos rezando y ofreciendo alternativas en defensa de la vida. Para quienes hacían negocios dentro del centro de abortos, lo único que importaba era el dinero.

La industria del aborto admite que, en Estados Unidos, la tasa de abortos para las mujeres negras es casi cinco veces la de las mujeres blancas. Si bien todos los abortos son una tragedia, deberíamos preguntarnos por qué los niños negros mueren en semejante desproporción. ¿Por qué tantas mujeres negras quedan desamparadas y victimizadas ante el aborto? ¿Por qué los medios de comunicación, los responsables de formulación de políticas y los defensores del aborto han hecho tanto caso omiso de la tasa desproporcionada de abortos entre las mujeres negras?

Todas las vidas importan: desde el niño en el vientre hasta su madre fuerte y valiente. ¿Pero yo actúo en consecuencia, como propuso el conductor? ¿Brindo apoyo o trabajo voluntariamente en mi centro provida local de cuidado durante el embarazo, el centro de maternidad o el programa de atención prenatal? ¿Trabajo para mitigar la pobreza, puesto que muchas mujeres mencionan la falta de apoyo económico como motivo para buscar un aborto? ¿Rezo con frecuencia por quienes padecen grandes necesidades? ¿Trabajo para luchar contra la disparidad racial en sus numerosas formas? Ahora, cada vez que regreso a rezar fuera de aquel centro de abortos, vuelvo a recordar que todas las vidas negras importan y vuelvo a asumir el compromiso de garantizar su  derecho a la vida.

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Tom Grenchik es director ejecutivo del Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para obtener más información, visite www.usccb.org/prolife.