María* estaba regresando a la Iglesia después de que su hija de segundo grado se inscribiera en clases de Primera Comunión. No sabía qué decirle a su hija cuando le preguntó por qué no iba a comulgar. María tuvo un aborto voluntario en la adolescencia y sentía que no podía confesarse porque había cometido un "pecado imperdonable".
Li* y su esposa Vanessa* recibían consejería por problemas en su matrimonio. Li decidió finalmente contar a Vanessa que, estando en la universidad, llevó a su exnovia a abortar. Vanessa quedó devastada.
Jennifer* viene de una familia grande, pro-vida, activa en su parroquia. En el funeral de su devota y amada madre, Jennifer estaba abatida no sólo por su pérdida. Jennifer no podía dejar de pensar que su madre descubriría en el cielo el secreto que había guardado treinta años: la existencia de una nieta, a quien Jennifer había abortado en la universidad porque le daba demasiada vergüenza hablarles a sus padres de su embarazo.
La misericordia es "la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado". —Papa Francisco
Cuando Darryl* empezó a asistir a un grupo de oración de hombres de la parroquia, empezó a sentirse más conectado que nunca a su fe. Pero con su creciente dedicación, comenzó a preguntarse si Dios realmente lo perdonaría por alentar y pagar el aborto de su único hijo.
María, Vanessa, Li, Jennifer y Darryl figuran entre las decenas de millones de estadounidenses cuya vida ha sido afectada directamente por el aborto. Al igual que muchos otros, han experimentado vergüenza, arrepentimiento, culpa y pesadumbre. Sin embargo, también han experimentado que el amor y la misericordia sanadores de Dios son siempre posibles.
Aunque muchos católicos quieren ayudar a mujeres y hombres a sanar de abortos pasados, la mayoría no sabe cómo empezar. Aquí ofrecemos algunas maneras en que católicos de diferentes entornos pueden ayudar a amigos, familiares, otros feligreses, clientes —o quizás incluso a sí mismos:
Si usted es como Jennifer, que tuvo un aborto, lea las palabras de san Juan Pablo II a las mujeres que han tenido abortos.** Tenga la seguridad de que nunca es demasiado tarde para buscar el perdón de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, y que "podéis confiar con esperanza a vuestro hijo" al Padre y a su misericordia (EV 99).
Si alguna persona como María revela haber tenido un aborto, exprésele su sentimiento por su pérdida. Asegúrele el amor incondicional de Dios, y anímela a buscar sanación y perdón. Explique que el Proyecto Raquel de la Iglesia de los Estados Unidos para la sanación después de un aborto ofrece ayuda confidencial y compasiva. (www.esperanzaposaborto.org)
Si es un sacerdote que teme alejar a sus feligreses, confíe en que puede predicar sobre temas pro-vida con sensibilidad, siempre que su mensaje recuerde a los fieles que, sin importar la gravedad del pecado, Dios desea ardientemente perdonar a todo corazón arrepentido. Muchos de los que han participado en un aborto como María, Li, Jennifer o Darryl creen que han cometido un "pecado imperdonable". Su predicación puede ser una vía de la misericordia de Dios para ellos, invitándolos al Sacramento de la Reconciliación.
Si es agente pastoral de formación en la fe, sea consciente de posibles encuentros pastorales con los que sufren por abortos pasados, como María o Darryl. Trabaje con su párroco para incluir catequesis sobre el perdón y la reconciliación.
Si es miembro del comité parroquial pro-vida, recuerde a los que puedan estar sufriendo como Jennifer o Li. Resalte regularmente información sobre el Proyecto Raquel y la sanación después de un aborto usando boletines, tableros de anuncios, estantes de libros, páginas digitales parroquiales y boletines electrónicos, y cualquier otro medio de comunicación adecuado.
Si participa en actividades públicas pro-vida en las que personas como Jennifer se puedan encontrar, recuerde comunicarse con mensajes respetuosos, compasivos y sin juzgar.
Si es un profesional de salud mental que trabaja con parejas como Vanessa y Li, esfuércese por aprender más sobre el trauma del aborto y cómo las personas a las que atiende pueden estar afectadas.
Si procura ser un padre devoto como lo fue la madre de Jennifer, recuerde a sus hijos con frecuencia que los ama incondicionalmente. Prometa que siempre podrán acudir a usted cuando tengan una preocupación o hayan hecho algo malo.
Si pertenece a una comunidad religiosa, puede ayudar a personas como María, Vanessa, Li, Jennifer, Darryl y otros rezando regularmente por todos los que sufren por haber participado en un aborto.
Aunque no conozca específicamente a nadie que atraviese circunstancias similares a las de las personas mencionadas, todavía tiene una misión importante. Lleve en sus oraciones a todos los que sufren después de un aborto, y comprométase a ser un instrumento de misericordia. Muestre con su ejemplo qué significa pedir y dar perdón.
Todos nosotros somos pecadores. Sin embargo, el papa Francisco llama a la misericordia "la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado" (MV 2). El Santo Padre también nos recuerda: "Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros" (MV 9). La vida es un don de Dios y también lo es su misericordia. ¡Amemos y promovamos las dos!
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* Todos los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad de los mencionados.
** Véase Papa San Juan Pablo II, Evangelium vitae (El Evangelio de la Vida) (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1995), no. 99.
Extractos de Evangelium vitae © 1995 y Misericordiae vultus © 2015 Libreria Editrice Vaticana. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Copyright © 2018, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Todos los derechos reservados.