Continuación de la reflexión sobre el papel de la mujer en la Iglesia

Comité de la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia
National Conference of Catholic Bishops


No amemos con puras palabras y de labios afuera, sino verdaderamente y con obras.

—1 Juan 3:18

Contenido

Prólogo
Nuestros propósitos
Nuestra perspectiva
Meta una: Apreciar e incorporar los talentos de la mujer en la Iglesia
Meta dos: Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia
Meta tres: Promover la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia
Nuestro compromiso
Conclusión
Notas



Prólogo

En el otoño de 1996, el Comité de los Obispos sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia empezó a redactar una declaración sobre la base establecida en 1994 por la reflexión pastoral de los obispos sobre la mujer, Strengthening the Bonds of Peace [Fortaleciendo los Lazos de Paz], subrayando la prioridad de la participación de la mujer en la vida de la Iglesia. Durante los dos años siguientes consultamos con muchas mujeres y hombres —sacerdotes, religiosos y laicos— de todo el país. Al compartir con ustedes, sus comentarios y críticas, preguntas y experiencias enriquecieron nuestro trabajo y contribuyeron enormemente al presente documento.

En particular, agradecemos a los miembros del comité ejecutivo que ayudaron a identificar los temas que se presentan en De Palabras A Obras y a los asesores del Comité sobre la Mujer, que tan generosamente contribuyeron su tiempo y conocimientos a este proyecto. También deseamos reconocer y agradecer a nuestros asesores: los miembros y el personal de las comisiones y oficinas diocesanas sobre la mujer; representantes de las organizaciones nacionales de mujeres católicas y las organizaciones de ministerio laico, el National Advisory Council [Junta Nacional de Asesoramiento]; y el personal de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos.

Estamos muy agradecidos a nuestros hermanos obispos que fueron invitados a examinar y a comentar sobre el borrador de este documento antes de su publicación. Su apoyo y entusiasmo, tanto como sus críticas constructivas, fueron de inmenso valor para este comité.

De Palabras A Obras se empezó a desarrollar cuando Dolores R. Leckey, la directora ejecutiva, ahora jubilada, del Secretariado para Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes creó el Comité sobre la Mujer. Dolores guió nuestro trabajo con destreza, paciencia y buen humor. Al usar sus muchos talentos, especialmente su don de dirigir, Dolores verdaderamente es una de esas mujeres, a las que este documento reconoce, ha trabajado "por largo tiempo y fielmente para promover el papel de la mujer en la familia, la Iglesia, la comunidad local y el mundo".

Reverendísimo Juan C. Dunne
Presidente
Comité de los Obispos sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia

Miembros del comité:
Reverendísimo F. Joseph Gossman
Reverendísimo Richard C. Hanifen
Reverendísimo Howard J. Hubbard
Reverendísimo George V. Murry, SJ
Reverendísimo William C. Newman
Reverendísimo Gabino Zavala



Nuestros Propósitos

"Es del todo necesario, pasar del reconocimiento teórico, de la presencia activa y responsable de la mujer en la Iglesia a la realización práctica". Esta es la enseñanza del papa Juan Pablo II, expresada hace diez años en Christifideles laici, su exhortación apostólica sobre la vocación y misión de los fieles laicos.1

Con la presente declaración, nosotros los obispos, los miembros del Comité sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia, reafirmamos esa enseñanza. Además, ofrecemos esta carta pastoral para animar a todos los agentes pastorales –laicos, ordenados y religiosos consagrados— a aceptar y actuar según las enseñanzas de la Iglesia sobre la igualdad de la mujer y sus talentos, su merecido lugar entre el liderazgo de la Iglesia y la importancia de la colaboración entre mujeres y hombres. Hacemos esto para "hacer más completa, armónica y rica la participación de los fieles laicos en la misión salvífica de la Iglesia".2 Los instamos para que el caminar constante, aunque despacio, de las palabras a las obras, continúe y, donde sea posible, se acelere.

En este mensaje confiamos en la inspiración de la Sagrada Escritura. Edificamos sobre la fundación de las enseñanzas de la Iglesia, incluyendo las enseñanzas del Papa y los documentos de nuestra propia conferencia episcopal. También nos basamos en nuestra experiencia de pastores que escuchan a las mujeres y aprenden de ellas y las consultan y trabajan con ellas activamente.

Presentamos nuestro mensaje no sólo para estimular y exhortar, sino también como testimonio de lo que se ha hecho y se puede hacer dentro de la misma Iglesia para alcanzar estas tres metas. Las consideramos esenciales para promover un mayor aprecio por la dignidad de las mujeres y por responder a sus preocupaciones sobre la vida y la misión de la Iglesia. Estas son las metas que dieron forma a esta declaración:

  • Apreciar e incorporar en la Iglesia los talentos de la mujer
  • Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia
  • Promover la colaboración entre mujeres y hombres en la Iglesia
Antes de dirigirnos a las metas individuales, será beneficioso decir algo sobre ellas en su totalidad.


Nuestra Perspectiva

En 1994 La Conferencia Nacional de Obispos Católicos aprobó una reflexión pastoral sobre la mujer en la Iglesia y en la sociedad titulada: Strengthening the Bonds of Peace. En ella consideramos los talentos de la mujer, su liderazgo y la igualdad entre hombres y mujeres. Ofrecimos la declaración como un momento más en un diálogo en proceso. Nos comprometimos a continuar ese diálogo como algo indispensable para fortalecer lazos de paz y cultivar la unidad que el Espíritu trae (Ef 4:3). La presente declaración representa una implementación más de Strengthening the Bonds of Peace. Reconoce el progreso logrado y sugiere otras estrategias y acciones para todos los ámbitos de la vida eclesial.

Hay muchas dimensiones de la vida eclesial en el que las mujeres usan sus talentos a beneficio del Evangelio. Nuestra conferencia episcopal continúa expresando el valor crítico y acertado de ser Iglesia dentro de la familia, el trabajo y la sociedad.3 Dentro de la familia, destacamos el papel de la mujer como esposa y madre y reafirmamos la tremenda importancia de esas funciones.

Aunque este documento enfoca los talentos de la mujer en comunidades e instituciones eclesiales, especialmente en la vida de la parroquia, reconocemos que el talento de la mujer en el ministerio se ha nutrido en la familia. Reconocemos también que aunque las exigencias de esos dos papeles —en la vida de la familia y en el ministerio— necesitan balancearse, su asociación especial apoya la misión de la Iglesia tanto en la familia como en la sociedad en general.

Este comité considera que el trabajo de las muchas mujeres que prestan sus servicios en el ministerio de la Iglesia es un movimiento inspirado y sostenido por el Espíritu Santo. Estamos comprometidos a promover y a extender esa realidad de manera que concuerde con nuestra tradición dentro de lo permitido por la ley canónica.

Al tratar este asunto, reconocemos que cualquier diálogo sobre el papel de la mujer en la Iglesia puede evocar fuertes emociones. Esas emociones incluyen temor, desengaño, ira y también alegría y esperanza. Hemos oído a mujeres hablar de la satisfacción que sienten cuando dirigentes del clero reconocen sus talentos y habilidades y las ponen al servicio la misión de la Iglesia. También hemos escuchado a mujeres hablar de las heridas y el dolor que sienten cuando miembros del clero las rechazan o no usan sus talentos a plenitud. Algunos miembros del clero luchan contra sus dudas y temores al intentar trabajar con mujeres como socias de su ministerio. Ellos se dan cuenta que su preparación y antecedentes no los prepararon para esas tareas.

Aunque reconocemos esa realidad, nos mantenemos enfocados en la meta suprema de realizar la misión salvífica que el Señor encomendó a su Iglesia. Hay muchas maneras de expresar lo que la Iglesia entiende por su misión. El Concilio Vaticano II enseñó que la Iglesia tiene sólo una intención, es decir, "el advenimiento del reino de Dios y la salvación de toda la humanidad".4 Esto se realiza por el poder que nos da el Espíritu de Dios para proclamar el mensaje de Cristo con palabras y obras. Por tanto, la misión de la Iglesia es ser receptiva a la obra del Espíritu para alcanzar la transformación del mundo para que todos tengan vida eterna.

Lo que la Iglesia hace —su misión— no se puede separar de lo que la Iglesia es. Uno de los conceptos más provechosos derivados de las enseñanzas del Concilio Vaticano II concierne a la naturaleza de la Iglesia como una comunión de personas (communio) cuyas relaciones mutuas fluyen de su relación íntima con la Santísima Trinidad. El entendimiento que la Iglesia tiene de sí como comunión es uno de los temas centrales de sus enseñanzas que más atención ha recibido después del Concilio. Esa enseñanza tiene muchas implicaciones. La más importante de ellas es la conexión dinámica entre comunión y misión. El Papa Juan Pablo II lo expresa así: "La comunión es misionera y la misión es para la comunión".5

Ser "comunión de vida, de caridad y de verdad"6 no es simplemente un preparatorio para la realización de la misión de la Iglesia. Vivir esa comunión, y buscarla cada vez de manera más perfecta, es en sí, parte de la misión de la Iglesia. La Iglesia muestra al mundo la posibilidad de vivir de manera más profunda y completa esos valores intrínsecos que Cristo proclamó como el reino de Dios. De esta manera, la vida misma de la Iglesia se convierte en "instrumento de la redención universal y la envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra".7 Haciendo eco a las palabras de nuestros hermanos obispos en Inglaterra y Gales, creemos que la manera en que la Iglesia vive su vida en común es parte de la señal que da al mundo.8

Una profunda preocupación por la efectividad de la misión de la Iglesia es el timón que guía todo lo que proponemos en esta declaración. Nuestra convicción sobre la necesidad de reformar continuamente nuestras estructuras y prácticas, y de renovar nuestras relaciones dentro de la Iglesia para que podamos convertirnos en mejores instrumentos de misión, nos ha llevado a crear esta declaración sobre las tres metas mencionadas arriba. Cada una de ellas ilumina las estructuras y las relaciones que son parte de nuestra vida en común. Por encima de todo, cada una encuentra su racional a la luz de nuestra misión. Los talentos son para su realización. El liderazgo es un servicio que utiliza y dirige los talentos. Colaboración es una forma de liderazgo y un estilo de ministerio que fluye naturalmente de las experiencia de comunión y con la misma naturalidad, resulta en una mayor conciencia de la misión.

Dentro de este contexto, ahora consideramos nuestras tres metas. Después de cada meta, listamos sugerencias pastorales para la acción en diócesis y parroquias. Muchas diócesis, parroquias y grupos, que ya están caminado en la senda de las palabras a las obras, han iniciado acciones para poner en práctica las enseñanzas de la Iglesia sobre la dignidad y la igualdad de la mujer. En verdad, muchas de las sugerencias que siguen a continuación, son inspiradas por lo que ellos nos han dicho, como también por nuestra propia experiencia y reflexión en oración. Las ofrecemos a los demás para ayudarlos a realizar lo que estas tres metas envisionan.

Ejemplo para Nuestra Perspectiva


Se han tomado pasos concretos para poner en práctica Strengthening the Bonds of Peace:
  • El Comité de los obispos sobre la Mujer ha creado Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet para facilitar el diálogo y la reflexión que pide el documento. Este recurso incluye perfil de mujeres, servicio de oración, guía para un retiro/taller y otros materiales.
  • The Leadership Conference of Women Religious ha identificado señales para evaluar los esfuerzos por abrir más funciones eclesiales a las mujeres ("Creating a Home," un Informe Especial de LCWR).

 

Meta una
Apreciar e incorporar los talentos de la mujer en la Iglesia

Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; hay diversos servicios, pero el Señor es el mismo; hay diferentes obras, pero es el mismo Dios quien obra todo y en todos. En cada uno el Espíritu Santo revela su presencia, dándole algo que es para el bien de todos.—1 Cor 12:4-7

La escritura es testigo de las funciones clave que las mujeres han desempeñado en la historia cristiana: María dio su consentimiento para ser madre de Dios (Lc 1:26-38); la mujer del pozo se convirtió en la primera misionera a los samaritanos (Jn 4:4-42); y las mujeres llevaron a los hombres la noticia de la resurrección (Jn 20:11-18; Lc 24:1-12; Mt 28:1-10). Por dos mil años las mujeres han coronado la historia de la Iglesia con su santidad, su fortaleza, dones intelectuales y obras de misericordia y justicia.

En Strengthening the Bonds of Peace subrayamos que la Iglesia cumple mejor con su misión cuando hace uso de los dones de todos sus miembros. También enfatizamos que no debemos temer a la diversidad de los talentos de las mujeres sino reconocerlos como una señal de la vitalidad de la Iglesia. Reconocemos que la sociedad y la Iglesia no siempre han dado afirmación a los talentos de la mujer. Aquí incluimos los talentos naturales, como a los especiales o carismas, que nos concede el Espíritu Santo. Estos carismas edifican todo el cuerpo de Cristo y "deben ser acogidos con gratitud por parte de quien los recibe, y por todos los miembros de la Iglesia".9

Los talentos que posee la mujer—por ejemplo, dirección y organización— no son necesariamente únicos de la mujer. Son, sin embargo, moldeados por la experiencia única de las mujeres, una experiencia que influye en cómo esos dones se desarrollan y cómo se ofrecen a la sociedad y a la Iglesia. Aceptamos el reto del Santo Padre para que afirmemos esos talentos, y miremos "con la valentía de la memoria" y reconozcamos los logros de las mujeres.10

Primero reconocemos, las muchas maneras en que las mujeres ya han contribuido a la Iglesia: edificando la Iglesia en el hogar, especialmente trasmitiendo la fe a sus hijos; sirviendo en la parroquia; estableciendo y laborando en escuelas católicas, hospitales y agencias de servicio social; como dirigentes de movimientos en pro de la justicia social, la familia y la vida; dirigiendo programas catequéticos y laborando en ellos; y como administradoras y miembros de organizaciones caritativas y de servicio. Los dones de tales mujeres como Elizabeth Seton, Francisca Xavier Cabrini y Catalina de Siena han sido ampliamente reconocidos. Con demasiada frecuencia, sin embargo, las contribuciones de las mujeres pasan inadvertidas y son infravaloradas. El Papa Juan Pablo II ha observado lo difícil que es el camino de la mujer: "despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada de la sociedad e incluso reducida a la esclavitud". 11

Segundo, al examinar el pasado, vemos como el Espíritu Santo concede nuevos dones para responder a las circunstancias históricas cambiantes. Mujeres tales como Dorothy Day, fundadora del Movimiento del Obrero Católico; la Hna. Thea Bowman, evangelizadora y educadora; y Rose Hawthorne, una religiosa pionera en una nueva actitud hacia la muerte y los moribundos, poseían dones fuera de lo común —hasta inesperados— pero apropiados para su época. Esas mujeres, y muchas como ellas, nos desafían a aceptar esos dones que edifican el cuerpo de Cristo. En particular, necesitamos afirmar los dones de mujeres de diferentes culturas y los de mujeres jóvenes. Strengthening the Bonds of Peace señaló que diferentes voces y experiencias ayudan al Evangelio a ser proclamado con nueva frescura. Mujeres de todas las razas y antecedentes étnicos aportan una herencia de la cual todos podemos aprender. Sus dones, incluyendo los de la oración, el culto, el liderazgo, enseñanza y organización, enriquecen a toda la Iglesia.

También necesitamos recibir los dones de las mujeres jóvenes. Como dijimos en nuestro plan pastoral para el ministerio de adultos jóvenes, Hijos e Hijas de la Luz, adultos jóvenes difieren mucho de generaciones anteriores.12 Experiencias tales como la de crecer en la Iglesia del post-Vaticano II, en una cultura donde las funciones de la mujer y del hombre han cambiado de manera dramática, ha dado a los adultos jóvenes una perspectiva diferente en la Iglesia y en la sociedad. Sin embargo, traen profunda hambre espiritual, energía y entusiasmo que la Iglesia no puede darse el lujo de perder. Los estudios indican que estamos pasando por el "encanecimiento" del ministerio eclesial;13 además, muchos movimientos católicos laicos y organizaciones, tienen miembros que están envejeciendo. Con frecuencia no pueden atraer gente joven. La salud tanto del ministerio eclesial como la de los grupos católicos nos impulsa a acercarnos a los grupos de adultos jóvenes.

Sugerencias Pastorales

 

  1. Usar oportunidades existentes para educar a todos los fieles cristianos, y especialmente a los que se desempeñan o están preparándose para desempeñarse como agentes pastorales (sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y ministro laicos), sobre la enseñanza de la Iglesia acerca de los dones de la mujer, la igualdad de la mujer y el hombre y las implicaciones de esa enseñanza. Esto puede hacerse como parte del currículo de los seminarios, de la educación continua para sacerdotes y diáconos y en programas para la educación de adultos y programas de formación. Ver Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet para más ideas y guías para diálogo y talleres.14
  2. Asegurarse de que la enseñanza sobre los dones de las mujer y su igualdad se reflejen en programas y normas. Algunas diócesis encuentran que comisiones u oficinas para la mujer son efectivas en la promoción de la enseñanza de la Iglesia sobre la igualdad de la mujer. Otras han usado organizaciones diocesanas para promover ese esfuerzo.
  3. Usar un proceso de discernimiento en grupo para identificar y afirmar los dones de cada miembro del grupo.
  4. Explorar la enseñanza de la Iglesia sobre la corresponsabilidad y buscar la manera práctica de implementarla.15 Por ejemplo, organizar un "Domingo de Corresponsabilidad" para conocer los talentos e intereses disponibles en la parroquia.
  5. Periódicamente examinar programas parroquiales, diocesanos y organizativos para asegurarse de que hay sensibilidad cultural y de los sexos.
  6. Cuando escriban la historia de parroquias y organizaciones, asegurarse de incluir las contribuciones de mujeres laicas y religiosas. Use el Mes de la Historia de la Mujer, que se celebra cada año en marzo, para dar a conocer esas contribuciones.

Para La Reflexión


¿Cuáles son sus dones particulares? ¿Cómo usan ustedes esos dones para ayudar a la Iglesia a cumplir su misión al mundo?

Para La Acción


Ofrezca una palabra de afirmación y ánimo a mujeres que tratan de vivir según el mensaje del Evangelio. Estas pueden ser miembros de la familia, colegas del trabajo, vecinas o miembros de su parroquia. Presten atención particular a las mujeres cuyos dones pasan inadvertidos, incluyendo a mujeres jóvenes y mujeres de la tercera edad.

Ejemplos para Meta Numero Uno

  • La diócesis de Sioux City patrocina una "Buró de conferencistas" que incluye a conferencistas que presentan las contribuciones históricas a la diócesis por parte de las mujeres, los logros de mujeres laicas del presente y varios asuntos que atañen a las mujeres.
  • La Comisión de Mujeres de la Arquidiócesis de St. Paul and Minneapolis dedicó un número de su boletín de noticias a "Mujeres Santas—Modelos y Mentoras." Presentó historias de santas canonizadas y mujeres contemporáneas que pueden ser ejemplo a seguir hoy día.

Muchas diócesis y parroquias han usado la declaración de 1992 por los obispos de EE.UU. sobre la violencia doméstica Cuando Pido Ayuda, como punto de partida para los esfuerzos locales en contra de la violencia doméstica. Algunas (arqui)diócesis, tales como Milwaukee, Cincinnati, Cleveland y Youngstown, han compilado manuales de recursos locales. La Diócesis de Sioux City produjo un vídeo, Love Shouldn't Hurt: A Call for Action Against Domestic Violence. Varias diócesis han tenido talleres y sesiones de preparación para párrocos y personal parroquial.


Meta dos
Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia

En el espíritu de esas grandes mujeres cristianas que han iluminado la vida de la Iglesia en el transcurso de los siglos y quienes han llamado a la Iglesia a retornar a su misión y servicio esencial, yo llamo hoy a las mujeres de la Iglesia para que asuman nuevas formas de liderazgo en servicio, y pido a las instituciones de la Iglesia a dar acogida a esta contribución de las mujeres.—Papa Juan Pablo II16

Un número creciente de mujeres preparadas, con experiencia y talento están cambiando la cara de la Iglesia y de la sociedad. Dentro de la Iglesia, la revisión de 1983 del Código de Derecho Canónico y la necesidad de servicios pastorales han abierto nuevas oportunidades para mujeres, muchas de las cuales han entrado a participar en posiciones de liderazgo en la nación, las diócesis y las parroquias. En el ámbito nacional, por ejemplo, mujeres funcionan como teólogas, forman parte de la facultad de seminarios y ocupan oficios clave dentro de la conferencia de obispos. En las diócesis, las mujeres ocupan puestos de mucha responsabilidad como superintendentes de escuelas, directoras de liturgia y culto, planificadoras de la pastoral, dirigentes catequéticos, directoras de recursos humanos y directoras de Caridades Católicas. Ellas se desempeñan como administradoras de hospitales católicos y de sistemas para el cuidado de la salud. Oficios que antes estaban cerrados a la mujer, tales como el de canciller y juez de tribunal, ahora están abiertos como resultado de la revisión del Código de Derecho Canónico. En Strengthening the Bonds of Peace notamos esos desarrollos y nos comprometimos a explorar nuevas maneras para que las mujeres pudieran ejercer su liderazgo en la Iglesia. Enfatizamos la necesidad de nombrar mujeres a posiciones que requieren influencia y responsabilidades importantes, para que así la Iglesia pueda cosechar todo el beneficio de sus talentos.

Las posibilidades de nombrar mujeres a funciones de liderazgo en la Iglesia sólo empiezan a explorarse ahora. El Código de Derecho Canónico reserva sólo unos cuantos oficios o funciones eclesiásticas a personas que han sido ordenadas. El Código estipula que los laicos pueden "cooperar" en el ejercicio del poder de gobernar, extiende la idea de quién puede ocupar oficios en la Iglesia y permite a la Iglesia beneficiarse más plenamente de los talentos de mujeres y hombres laicos.17

El nombramiento de personas laicas al liderazgo eclesial es un desafío para la Iglesia aclarar la relación entre la potestad de jurisdicción y de ordenación. Estas dos fuentes tan ricas en la potestad ministerial se han entendido tradicionalmente como relacionadas pero separadas. Al aclarar su relación se ayudará a los ministros ordenados a ejercer sus deberes para la "plena cura de almas"18 mientras que los laicos capacitados harán uso de sus talentos en todos los oficios permitidos por el derecho canónico. Así lo notó Strengthening the Bonds of Peace:

Necesitamos ver modos alternativos en el que las mujeres puedan ejercer su liderazgo en la Iglesia. Acogemos ese liderazgo, que de muchas formas ya es una realidad, y nos comprometemos a aumentar la participación de las mujeres en todos los aspectos posibles de la vida eclesial. (p. 3)
En el pasado, hemos animado a nuestros dirigentes eclesiales a identificar oficios en la Iglesia, especialmente de liderazgo, que están abiertos a mujeres. Ahora tenemos que cambiar nuestras ideas. Asumimos que todos los oficios en la Iglesia están abiertos a mujeres, a menos que se especifique lo contrario en el derecho canónico. Los oficios están abiertos; ahora necesitamos continuar identificando, invitando y educando a mujeres que los puedan desempeñar.

Sugerencias Pastorales


  1. Nombrar mujeres calificadas a posiciones de liderazgo y donde se toman decisiones, dentro de lo permitido por el derecho canónico.
  2. Desarrollar maneras de preparar a mujeres para funciones de liderazgo en la Iglesia. Específicamente
    • Proporcionar oportunidades y recursos, incluyendo becas para que mujeres obtengan educación, formación espiritual y habilidades necesarias para posiciones de liderazgo eclesial.
    • Animar a voluntarias para que asistan a talleres y conferencias relacionadas a sus áreas de servicio. Proporcionar ayuda financiera si es necesario.
    • Promover el diálogo y la cooperación entre diócesis, las escuelas graduadas de teología, que lleven a "pasantías" y experiencias prácticas en los diversos planos de la Iglesia para mujeres inscritas en estudios eclesiásticos.
    • Establecer normas para el personal que atraigan y retengan a mujeres capacitadas en posiciones de liderazgo dentro de oficinas nacionales, diocesanas y parroquiales. Estas normas incluyen, pero no se limitan a ellas, compensación justa, descripción de la posición y procedimientos claros y justos para la contratación, evaluación y terminación de los empleados y la resolución de conflictos.19 También considerar normas y beneficios que afectan la vida en familia, tales como horarios de trabajo flexibles, empleos compartidos y licencias por motivos de familia.
  3. Emplear mujeres para que sean "portavoces" de la Iglesia local.
  4. Ofrecer preparación para el liderazgo a mujeres para que puedan realizar con mayor eficacia la misión de la Iglesia a la sociedad, por ejemplo, como defensoras legislativas y activistas comunitarias en contra de la violencia.
  5. Nombrar un comité asesor o grupo similar para seguir de cerca el progreso que tienen esas sugerencias y evaluar periódicamente sus informes.

Para La Reflexión


¿Cómo pueden mujeres ejercer su liderazgo en tu diócesis, parroquia, movimiento u organización? En tu experiencia, ¿qué ayuda a mujeres a conseguir posiciones de liderazgo y qué se lo impide?

Para La Acción


Leer la sección sobre liderazgo en Strengthening the Bonds of Peace. Reflexiona sobre ella individualmente o dialoga con miembros de tu parroquia o comunidad pequeña.

Ejemplo para Meta Numero Dos

  • La diócesis de Albany tiene normas para promover y ayudar a mujeres como dirigentes clave diocesanos. Uno de los tres cancilleres de la diócesis es una mujer.
  • El National Council of Catholic Women (NCCW) patrocina programas de entrenamiento en ocho o diez sitios por todo el país para ayudar a mujeres a descubrir y compartir sus talentos en sus familias, parroquias y sociedad.

Meta tres
Promover la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia

El ministerio pastoral de la Iglesia puede ser más efectivo si nos hacemos verdaderos colaboradores, conscientes de nuestras debilidades, pero agradecidos por nuestros talentos. La colaboración nos pide que comprendamos que estamos, en verdad, unidos en el Cuerpo de Cristo, que no somos entes separados sino interdependientes.—Obispos Católicos de EE.UU., Llamados y Dotados para el Tercer Milenio

La colaboración en el ministerio ha asumido una nueva importancia desde que el Concilio Vaticano II recalcó que todos los bautizados han sido llamados a una vida de santidad y servicio. Tanto mujeres como hombres nos han dicho que la colaboración es un asunto muy importante para ellos. Hacen notar los triunfos que han alcanzado, asi como también las dificultades, especialmente cuando la gente no comparte el mismo concepto del significado de la colaboración. Hablamos de colaboración como "el trabajo en conjunto de todos los bautizados, cada uno contribuyendo talentos personales específicos" para beneficio de toda la Iglesia.20

En esta sección prestamos especial atención a la colaboración entre hombres y mujeres. Aunque la colaboración no es simplemente un asunto de género, estamos conscientes de que es de especial importancia para muchas mujeres, ya que expresa una auténtica apertura hacia sus talentos. Estamos conscientes también, de que la colaboración es esencial para que las mujeres tengan voz en el proceso de tomar decisiones eclesiales. Cuando los pastores y otros líderes eclesiales no logran colaboran, la mujeres son las más afectadas adversamente ya que sus voces están ausente del proceso de tomar decisiones. Esos reveses hacen daño a las mujeres como también a la Iglesia, la cual necesita la presencia y talentos tanto de hombres como de mujeres. El papa Juan Pablo II ha señalado que la violación de la igualdad de la mujer también disminuye la verdadera dignidad del hombre.21

En años recientes clérigos y seglares se han concentrado más deliberadamente en colaborar, invocando la guía del Espíritu para entender el concepto de incorporarlo en las normas y prácticas eclesiales. ¿Qué se necesita para hacer esto una realidad? Ofrecemos unas cuantas observaciones generales, seguidas de pasos prácticos para promover la colaboración en la Iglesia.

Consideraciones Generales


El aprecio por los talentos —los nuestros como los de los demás— es crucial. El Concilio Vaticano II enseña que el Espíritu da diferentes dones para beneficio de la Iglesia y que todos los creyentes tienen "el derecho y el deber de ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la Iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del mundo".22 El ministerio en colaboración o la pastoral de conjunto está enraizado en el bautismo, se basa en los dones de cada creyente y está ligado a la misión de la Iglesia y a su naturaleza como communio.

La comunión eclesial se caracteriza por la diversidad de vocaciones y estados de vida, de funciones, ministerio y dones. Cristianos laicos tienen el deber, en su calidad de administradores corresponsables, de ofrecer esos dones a la Iglesia, mientras que los pastores tienen el deber recíproco de fomentarlos. La colaboración efectiva es una señal de nuestra creciente comunión. Para la Iglesia, la colaboración no es una opción, es la manera en que los cristianos maduros expresan su unión en Cristo y laboran juntos para realizar su misión en el mundo.

En Llamados y Dotados para el Tercer Milenio reconocimos que la colaboración es "una tarea enorme que requiere cambios en nuestra reflexión, comportamiento y expectativas entre laicos y también clérigos".23 Una importante actitud que necesitamos examinar es hacia la autoridad. Expresamos muy claramente que la autoridad en la Iglesia es primariamente para servir. Vemos la autoridad no como una posesión personal sino como un don que se da a la comunidad eclesial para promover unidad y orden. Los pastores tienen el reto de usar su autoridad para evocar los talentos de los demás y luchar por eliminar los obstáculos que impiden el uso pleno de esos dones. Todos los fieles son desafiados a usar los dones para avanzar la misión de Cristo en el mundo. Todos deben participar en la edificación del reino de Dios.

Pasos Prácticos


Mientras que la colaboración es sin duda "una tarea enorme", podemos identificar algunos pasos prácticos para promoverla. Primero, necesitamos examinar nuestras creencias y comportamiento y confrontar a los que pueden impedir nuestra habilidad de colaborar. ¿Consideramos la colaboración como un valor auténtico, en el que invertimos tiempo y energía? La colaboración puede promover un sentido de que la misión es de todos, pero sí requiere más tiempo. ¿Qué aspectos positivos y negativos aportamos a ella? ¿Estamos listos a confiar en los demás, o tenemos una excesiva necesidad de control? Nadie es un colaborador perfecto. Las características personales, y también la educación y las experiencias, afectan nuestra habilidad de colaborar. Un ejemplo es la poca auto-estima, que puede producir hostilidad y competitividad que militan en contra de la colaboración.

En algunos casos, es necesario tener sanación y reconciliación antes de que pueda haber colaboración. Aunque hay muchas experiencias positivas de mujeres trabajando con obispos, sacerdotes y diáconos, tenemos también experiencias tristes de malos entendidos, celos y autoritarismo. Tales experiencias llevan al dolor y a la falta de confianza por parte del clero y también de los seglares. Estos sentimientos necesitan ser reconocidos y sanados antes de que podemos laborar conjuntamente en la misión de Cristo.

Un segundo paso práctico incluye el discernimiento de dones. En un esfuerzo colaborador, los talentos individuales deben ser afirmados por el grupo. Algunos grupos usan un proceso de discernimiento que identifica los talentos obvios y los no tan obvios, del individuo. Este proceso puede ayudar a los individuos —clero, religiosos, laicos— a reconocer y valorar los dones y talentos que puedan haber ignorado o considerado poco importantes. Afirma la contribución única que la persona puede hacer al esfuerzo común.

Tercero, esta identificación de talentos ayuda a clarificar las funciones. Claridad sobre funciones y deberes ayuda a evitar las "guerras territoriales" que amenazan la colaboración. Convencida de que sus talentos son reconocidos y valorados, la gente tiene mayor posibilidad de concentrarse en desempeñar bien su propia tarea para lograr la misión del grupo. Al mismo tiempo, las funciones no deben hacerse muy rígidas. Las mujeres, en particular, han sido estereotipadas en funciones que no les permiten usar sus talentos. Por ejemplo, a menudo se espera que las mujeres llevan a cabo labores invisibles en vez de asumir funciones visibles como dirigentes y facilitadoras de grupos.

Cuarto, la colaboración requiere ciertas habilidades, que se pueden aprender. Estas habilidades incluyen comunicación, la habilidad de trabajar con grupos y la habilidad de funcionar bien dentro de la diversidad con sus muchas variables. Poder resolver conflictos y administrar, son destrezas esenciales también. La gente percibe el conflicto como algo "no cristiano" y tratan de evitarlo. La comunidad que tiene sabiduría se asegurará de que algunos de sus miembros estén capacitados para ayudar al grupo y a enfrentarse positivamente a los conflictos para que estos se conviertan en un medio de aprendizaje y crecimiento.

Finalmente, debemos fomentar la base espiritual en la que descansa la colaboración. Esto significa oración individual y de grupo, tiempo para la reflexión y el compartir de fe, y escuchar atentamente al Espíritu entre nosotros. Oración, sacramentos, caridad y servicio son, en cierto modo, colaboración con Dios y con los que servimos. La colaboración es mucho más que una manera de realizar ciertas tareas. Ya que Dios llama a cada uno de nosotros a la santidad y nos santificamos en y por medio de nuestras relaciones, la colaboración es un medio para convertirnos en lo que Dios quiere que seamos.

Sugerencias Pastorales

 

  1. Ofrecer talleres continuos, días de capacitación y oportunidades para preparación del personal parroquial y diocesano —clérigos y seglares— sobre las posibilidades y dificultades de la colaboración. Incluir preparación en la habilidad de manejar y resolver conflictos.
  2. Usar un lenguaje inclusivo dentro de lo permitido, p. ej., en materiales catequéticos y religiosos, en himnarios, en el lenguaje cotidiano, en la oración y en las homilias.24 El uso sensible del lenguaje ayuda a edificar una base para la colaboración al reconocer la presencia y participación de la mujer.
  3. Identificar parroquias y agencias diocesanas donde la colaboración es efectiva y darlas a conocer en el periódico diocesano, por ejemplo.
  4. Organizar diálogos sobre los cambios en el papel de la mujer y del hombre y cómo pueden colaborar eficazmente en la familia, parroquia y comunidad en general. La preparación matrimonial es un tiempo especialmente apropiado para subrayar el valor de la colaboración.
  5. Trabajar para clarificar las líneas de autoridad en la parroquia para que el párroco, los agentes pastorales, la junta pastoral y financiera, como también los miembros de la parroquia, entiendan cuáles son sus deberes.
  6. Periódicamente repasar y evalar el proceso de colaboración en diócesis y parroquias.

Para La Reflexión


¿Cuál ha sido tu propia experiencia de colaboración en familia, el lugar de trabajo y la parroquia? ¿Cómo han afectado tu crecimiento espiritual los premios y retos de la colaboración?

Para La Acción


Haz un inventario personal de las características positivas y negativas que afectan tu habilidad para colaborar. ¿Qué cualidades positivas tienes y qué actitudes y conducta tendrías que cambiar?

Ejemplos para Meta Numero Tres


Charmaine Williams, directora de planificación pastoral y recursos humanos para la Diócesis de Fort Worth, Texas, ha laborado muy de cerca con el obispo para crear una estructura de cooperación en la diócesis. Un programa envía un pequeño equipo a ayudar a nuevos párrocos a hacer una transición fácil en las parroquias. El equipo explica qué es el ministerio colaborador (pastoral de conjunto) y cómo mujeres y hombres pueden trabajar juntos.

  • La diócesis de Saginaw ha patrocinado cinco conferencias para enseñar participantes sobre la colaboración. Las Conferencias, que cubren tópicos como la auto-estima y la espiritualidad, van dirigidas a mujeres hispanas pero todos pueden participar, incluyendo sacerdotes y hombres laicos.
  • En la Diócesis de St. Cloud, personal del Buró de la Vida en Familia, Oficina para Vocaciones y el Diaconado Permanente se reúnen cada mañana para dialogar sobre sus tareas diarias. Empiezan sus reuniones con el Oficio de la mañana. Esto ha fomentado el espíritu de unión y una mayor comprensión del trabajo de cada uno.

 

Nuestro Compromiso

En nuestra calidad de Comité sobre las Mujeres en la Sociedad y en la Iglesia, nos comprometemos a continuar nuestra defensa de las mujeres. En años recientes esa defensa ha incluido declaraciones sobre la violencia doméstica y el acoso sexual de menores en el hogar; un video sobre cómo predicar sobre la violencia doméstica y un coloquio para examinar el significado del feminismo católico. Prometemos explorar nuevas maneras para defender eficazmente a las mujeres. En particular, prestaremos atención especial a dos áreas. Primero, escuchando el llamado del Santo Padre para que "prestemos atención al asunto de cómo fomentar, aceptar y llevar a su madurez los talentos de las mujeres en la comunidad eclesial",25 nos informaremos nosotros mismos sobre las necesidades particulares y los dones de las mujeres y cómo los dones de las mujeres pueden ser afirmados e incorporados en la vida eclesial. Segundo, exploraremos las nuevas formas de liderazgo eclesial que serán necesarias para nuestros tiempos y daremos los pasos necesarios para asegurarnos de que las mujeres estén listas para estas funciones y para las funciones de dirigentes que ya existen.

El comité reconoce la necesidad de medir el progreso en las sugerencias contenidas en esta declaración. Por tanto, el comité mantendrá una relación con las comisiones y oficinas diocesanas para mujeres y organizaciones nacionales para mujeres y así poder examinar el progreso y escuchar sugerencias para más acción.

Conclusión

Al escoger dirigirnos nuevamente al asunto de los talentos y liderazgo de la mujer, cuatro años después de Strengthening the Bonds of Peace, subrayamos su continua prioridad. Animamos a esas mujeres y hombres que han trabajado largo tiempo y fielmente para promover el papel de la mujer en la familia, la Iglesia, la comunidad local y el mundo. Al mismo tiempo, usamos el momento del Jubileo del Año 2000 para reconocer los errores y fracasos del pasado, mientras nos damos cuenta que la alegría del año jubilar se basa en la auténtica conversión del corazón.26 Para pasar de palabras a obras, necesitamos una conversión continua de mente y corazón no sólo que nos lleve a realizar estas acciones sino también otras inspiradas por el Espíritu.

Nuestra recomendación fundamental, sin embargo, va dirigida a cada miembro de la Iglesia: examinar devotamente nuestro corazón y mente, preguntar si nuestras actitudes y conducta, nuestras palabras y obras, promueven el progreso de las funciones de la mujer en la Iglesia. Una retórica ensañada, que cuelga etiquetas simplistas e injustas en otros, arrogancia y la negativa a escuchar y aprender de los que tienen una perspectiva diferente, todo ello impiden el progreso. Nuestro reto —todavía— es forjar "los lazos de paz", convertirnos en señal de unidad, una señal de la obra del Espíritu entre nosotros.

Podemos responder a ese reto sólo cuando personalmente vivamos en el Espíritu. Necesitamos orar los unos por los otros, para discernir cómo el Espíritu nos guía, y tener tanto la humildad y la fuerza para seguirlo. Sobre todo, debemos recordar que el trabajo que hacemos no es nuestro sino de Dios —en su nombre empieza; bajo su tutela continúa; y por su gloria termina..


Notas

  1. Juan Pablo II, Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (Christifideles laici) (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1988), no. 51.
  2. Christifideles laici, no. 52.
  3. Por ejemplo, ver la declaración de los obispos de EE.UU. Sigan el Camino del Amor (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994) y Comunidades de Sal y Luz (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994).
  4. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral de la Iglesia en el mundo contemporáneo (Gaudium et spes), no. 45.
  5. Christifideles laici, no. 32.
  6. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre the Iglesia (Lumen gentium), no. 9.
  7. Ibid.
  8. Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, The Sign We Give: Report from the Working Party on Collaborative Ministry (1995).
  9. Catecismo de la Iglesia Católica (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994), nos. 799-800.
  10. Juan Pablo II, Carta a las Mujeres, (Santafé de Bogotá, Instituto Misionero Hijas de San Pablo, 1995), no. 3.
  11. Ibid.
  12. National Conference of Catholic Bishops, Hijos e Hijas de la Luz: Plan Pastoral para Jóvenes Adultos (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1996).
  13. National Pastoral Life Center, informe preliminar al NCCB Sub-Comité sobre el ministerio laico, noviembre de 1997.
  14. NCCB Comité sobre las Mujeres en la Sociedad y en la Iglesia, Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1996).
  15. Ver National Conference of Catholic Bishops, Stewardship: A Disciple's Response [Corresponsabilidad: Respuesta del Discípulo] (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1993).
  16. Juan Pablo II, Carta a Mary Ann Glendon y a la Delegación de la Santa Sede a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Agosto de 29, 1995), en Pope John Paul II on the Genius of Women (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1997), 62.
  17. Ver canon 129.2. También ver cánones 145 y 149 sobre las cualidades necesarias para desempeñar oficios eclesiásticos y el canon 517.2, que trata del cuidado pastoral de parroquias que no tienen un párroco residente.
  18. "Plena cura de almas" se describe como el cuidado pastoral reservado a los sacerdotes. Ver canon 150.
  19. Consulte Just Treatment for Those Who Work for the Church (Cincinnati: National Association of Church Personnel Administrators, 1986). Consulte también The Individual and the Institution: Strengthening Working Relationships in the Church (Cincinnati: National Association of Church Personnel Administrators, 1994).
  20. NCCB Comité sobre los Laicos, Gifts Unfolding The Lay Vocation Today with Questions for Tomorrow (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1990), 49.
  21. Juan Pablo II, Sobre la dignidad y vocación de la mujer (Mulieris dignitatem) (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1989), no. 10.
  22. Vatican Council II, Decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem), no.3.
  23. National Conference of Catholic Bishops, Dotados y Llamados para el Tercer Milenio (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1995), 18.
  24. Ver National Conference of Catholic Bishops, Strengthening the Bonds of Peace (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1995), 11-12.
  25. Papa Juan Pablo II, Discurso a los obispos de Michigan y Ohio durante su visita Ad Limina, 21 de mayo, 1998, en Ad Limina Addresses: February 1998-October 1998 (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1998).
  26. Ve Juan Pablo II, Hacia el Tercer Milenio (Tertio millenio adveniente) United States Catholic Conference, 1994), no.32.

De Palabras A Obras: Continuación de reflexiones sobre el papel de la Mujer en la Iglesia es una declaración del Comité de NCCB sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia. Fue preparada por el Secretariado para Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes bajo la supervisión de dicho comité. Su publicación fue aprobada por el Comité Administrativo el 15 de septiembre de 1998. El signatario autoriza su publicación.

Monseñor Dennis M. Schnurr, Secretario General, NCCB/USCC


Las citas bíblicas que se usan en este texto han sido tomadas de la Biblia Pastoral Latinoamericana, copyright © 1986.

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Publicación No. 5-802, 32 pp., $2.95.