El amor y la sexualidad
El amor y la sexualidad son temas que tocan la fibra más íntima del corazón humano.
En la sociedad actual, comprender nuestra identidad sexual y lo que significa amar puede resultar difícil. Las doctrinas de la Iglesia sobre estos temas son abundantes y están llenas de buenas nuevas.
La anticoncepción y la esterilización han aparecido mucho recientemente en las noticias y mucha gente se pregunta cuál es la doctrina de la Iglesia al respecto. Hemos recopilado una serie de preguntas frecuentes y ofrecemos respuestas breves con enlaces a documentos de referencia y a otros recursos.
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Preguntas frecuentes
sobre la sexualidad y la planificación familiar
¿Por qué los medios de comunicación están tan interesados en la anticoncepción y la Iglesia Católica?
El mandato reciente del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, sigla en inglés) ha generado una gran controversia al exigir que casi todos los planes de salud privada cubran la anticoncepción, la esterilización y las drogas que inducen el aborto.
Con la amplia cobertura mediática, mucha gente se pregunta qué enseña la Iglesia Católica respecto de la anticoncepción y la esterilización y por qué es importante. Las enseñanzas sobre el amor, la sexualidad, el matrimonio y la anticoncepción se basan en el interés genuino de la Iglesia en la persona humana y en la sociedad.
¿Qué enseña la Iglesia sobre el amor matrimonial?
El matrimonio no es solo un contrato civil, es una alianza de amor entre un hombre y una mujer que dura toda la vida. Es una sociedad íntima en la que los cónyuges aprenden a dar y recibir amor con generosidad y luego les enseñan a sus hijos a hacer lo mismo. El matrimonio cristiano en especial es un “misterio muy grande”, un signo del amor entre Cristo y su Iglesia (Ef 5,32).
El amor matrimonial se plasma en la relación sexual entre los cónyuges, cuando expresan más plenamente lo que significa ser “una sola carne” (Gén 2,24; Mc 10,8; Mt 19,6). La Iglesia enseña que la unión sexual de los esposos debe expresar el significado pleno del amor, su poder para unir a una pareja y que los cónyuges están abiertos a la vida nueva. Cuando la Sagrada Escritura indica que Dios creó a la humanidad “a su imagen” (Gén 1:27), habla de que la unión entre el hombre y la mujer supone la relación de dos personas que tienen la misma dignidad humana (“Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, Gén 2,23) y que están abiertas a la bendición de los hijos (“Sean fecundos y multiplíquense”, Gén 1,28).
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Qué relación tiene esto con la anticoncepción?
Los cónyuges expresan su amor y su compromiso no solo con palabras, sino con el lenguaje de sus cuerpos. Ese “lenguaje corporal” –lo que los cónyuges se dicen mediante la intimidad de las relaciones sexuales– habla de su compromiso absoluto y de que están abiertos a tener un futuro juntos. Por lo tanto la relación con la anticoncepción es la siguiente: ¿el acto sexual usando métodos anticonceptivos afirma su amor y compromiso? ¿O presenta cierta falsedad en su conversación?
El amor matrimonial es diferente de todo otro tipo de amor en el mundo. Por naturaleza, el amor de los cónyuges es tan completo, tan dedicado a una vida entera de comunión con Dios y entre sí, que está abierto a crear a un nuevo ser humano que juntos amarán y cuidarán. Parte del regalo de Dios a los cónyuges es esta habilidad para, mediante el amor, cooperar con el poder creativo de Dios. Por lo tanto, el regalo mutuo de fecundidad es una parte integral de la unión de los cónyuges en el acto sexual. Ese poder para crear una vida nueva con Dios se encuentra en el corazón de lo que los cónyuges comparten el uno con el otro.
Sin duda, los cónyuges que no reciben el regalo de tener hijos pueden tener un matrimonio lleno de amor y sentido. Como les dijo el Papa Juan Pablo II a estas parejas en una homilía de 1982: “No sois menos amados por Dios; vuestro amor recíproco es completo y fructífero cuando se abre a los demás, a las necesidades del apostolado, a las necesidades de los pobres y de los huérfanos, a las necesidades del mundo”.
Sin embargo, cuando los matrimonios obran deliberadamente para suprimir la fertilidad, el acto sexual ya no es un acto sexual matrimonial pleno. Es algo menos poderoso e íntimo, algo más “casual”. Suprimir la fertilidad usando métodos anticonceptivos niega parte del significado inherente de la sexualidad matrimonial y daña la unión de los cónyuges. La entrega absoluta de uno mismo, en cuerpo y alma, al ser amado no acepta salvedades: “Te doy todo de mí excepto...". La enseñanza de la Iglesia no solo habla de obedecer una regla sino de preservar íntegra la entrega absoluta y mutua entre dos personas.
Puede resultar difícil de escuchar. Sin duda es una enseñanza que muchas parejas hoy, sin echarles la culpa, no han escuchado (o no han escuchado de manera de poder comprenderla y valorarla). Pero como nos cuentan muchas parejas que han dejado los métodos anticonceptivos, vivir esta enseñanza colabora con la honestidad, la entrega y la intimidad del matrimonio y hace que las parejas se sientan realizadas y plenas.
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Decir en el altar “sí” a tener hijos significa nunca usar métodos anticonceptivos?
Algunos dicen que si los cónyuges están abiertos a tener hijos en su matrimonio, no deben preocuparse por usar métodos anticonceptivos de vez en cuando. Pero practicar lo que es bueno la mayor parte del tiempo no justifica hacer algo malo algunas veces.
Aunque me considere a mí mismo una persona “básicamente” honesta, cualquier mentira que diga será una mentira y por lo tanto inmoral. Al hacerlo, comienzo a transformarme en el tipo de persona que miente. Lo mismo es cierto si falsificamos el “lenguaje corporal”, hablando de amor y aceptación total de la otra persona pero negando una parte esencial de ese mensaje.
No es necesario que los cónyuges deseen o busquen tener un hijo en cada acto sexual. Y no está mal que los cónyuges naturalmente infértiles tengan relaciones sexuales, como explicaremos a continuación. Pero nunca se debe obrar para suprimir o limitar el poder de dar vida que Dios nos dio, el cual es una parte integral de lo que los cónyuges se prometen en sus votos matrimoniales. Eso es lo que la Iglesia implica al decir que cada acto sexual debe estar abierto a la vida y que la anticoncepción es objetivamente inmoral.
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Los cónyuges deben dejar el tamaño de sus familias librado enteramente al azar?
Por supuesto que no. La Iglesia enseña que una pareja puede decidir generosamente tener una familia numerosa o, por graves motivos, evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido (Humanae vitae, no. 10).
En el matrimonio, algunas circunstancias serias –económicas, físicas, psicológicas o que supongan responsabilidades con otros familiares– pueden hacer que resulte inoportuno aumentar el tamaño de la familia. La Iglesia comprende esto, aunque anima a las parejas a que tengan una visión generosa respecto de los hijos.
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Qué debe hacer una pareja si tiene una buena razón para evitar tener un hijo?
Los cónyuges pueden tener relaciones sexuales durante las épocas naturalmente infértiles del ciclo femenino o después de la menopausia, sin violar de manera alguna el significado del acto sexual.
Este es el principio subyacente de la planificación familiar natural (PFN). Los métodos naturales de planificación familiar incluyen educación sobre la fertilidad, lo que les permite a los cónyuges cooperar con el cuerpo tal como Dios lo creó.
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Por qué la anticoncepción no debe ser parte de la salud preventiva femenina?
La anticoncepción no debe considerarse parte de la salud preventiva ya que el embarazo no es una enfermedad.
Incluir a la anticoncepción como “cobertura sanitaria básica” implica que la fertilidad de la mujer es un aspecto negativo de su feminidad. Además debilita un principio básico de la verdadera cobertura sanitaria, que tiene la responsabilidad de afirmar cómo funciona un cuerpo sano y de tratarlo siempre con respeto y reverencia porque es una parte integral de quienes somos.
La salud preventiva se dedica a prevenir enfermedades, no a debilitar un sistema reproductivo que funciona normalmente. Es más, el uso de drogas anticonceptivas puede aumentar el riesgo de padecer una serie de enfermedades, desde coágulos, tumores, derrames y ciertos tipos de cáncer, hasta enfermedades de transmisión sexual.
¿Hay algún caso en que por motivos médicos se deban usar “anticonceptivos”?
La doctrina de la Iglesia no se opone al uso de medicamentos hormonales –como los que se encuentran en los anticonceptivos químicos– con fines médicos legítimos, siempre y cuando el objetivo no sea la anticoncepción.
Pero las hormonas artificiales solo tratan los síntomas médicos. No corrigen la enfermedad subyacente. Además suponen los mismos riesgos para la salud física que los anticonceptivos hormonales.
Gracias a Dios, con los grandes avances en la comprensión de la fertilidad, los ginecólogos informados pueden recetar drogas no anticonceptivas y recomendar tratamientos más seguros y saludables para corregir los problemas subyacentes o eliminar las molestias.
¿Algunos anticonceptivos ponen en riesgo la salud?
Sí. El uso y el fácil acceso a los anticonceptivos están relacionados con el aumento en la propagación de enfermedades de transmisión sexual. El sexo casual, animado por el fácil acceso a los anticonceptivos, ha dado como resultado que aproximadamente 60 millones de estadounidenses hayan sido infectados con una, o más de una, enfermedad de transmisión sexual, muchas de ellas incurables y emocionalmente devastadoras. El costo aproximado para tratar estas enfermedades ronda actualmente entre los $19 mil millones por año solo en Estados Unidos.
Paternidad Planificada y los educadores sexuales seculares recomiendan el uso de preservativos para protegerse de las enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo los preservativos casi no ofrecen protección contra la epidemia de enfermedades de transmisión sexual virales que son incurables, como el herpes genital, el papiloma humano (VPH), de los que algunas cepas causan verrugas genitales y casi todos los tipos de cáncer de cuello del útero. Numerosos estudios han descubierto que el uso de preservativos ofrece poca o ninguna protección incluso contra las enfermedades de transmisión sexual bacterianas, como la clamidia, la gonorrea y la sífilis.
Los anticonceptivos hormonales en sí mismos presentan riesgos para la salud. Las hormonas sintéticas que son lo suficientemente poderosas como para alterar el sistema reproductivo de una mujer pueden afectar casi cualquier otro sistema de su cuerpo. Dependiendo del tipo y de la potencia del anticonceptivo hormonal, casi el cinco por ciento de las mujeres padecen alguno de los siguientes síntomas: dolores de cabeza, aumento de peso, acné, ciclotimia, depresión, ansiedad, dolores en el pecho, mareo, dolores agudos durante la menstruación, problemas de sangrado y falta de deseo sexual. En el caso de la Depo-Provera, también puede haber entre un 5 y un 6 por ciento de pérdida de la densidad mineral ósea luego de cinco años de uso, que solo se revierte de manera parcial en los años posteriores a la suspensión de su uso.
Entre los efectos secundarios menos comunes de los anticonceptivos hormonales se encuentran los siguientes: coágulos en las venas, en los pulmones, en el corazón y en el cerebro, que potencialmente pueden causar ataques cardíacos y derrames; cáncer de mamas; los peligrosos embarazos ectópicos (en los que el embrión suele implantarse en el conducto angosto entre el ovario y el útero); tumores de hígado y quistes ováricos.
Hace más de treinta años que se conoce la relación entre los anticonceptivos hormonales y el cáncer de mamas. La Organización Mundial de la Salud ha clasificado al estrógeno sintético y a la progestina, presente en los anticonceptivos, como carcinógenos para los humanos. Según un importante meta-análisis, las mujeres que usan anticonceptivos orales antes de los 20 años tienen un riesgo elevado de 1.95% de padecer cáncer de mamas.
(Para más información, ver La vida importa: la anticoncepción).
Pero ¿la anticoncepción acaso no reduce los embarazos no deseados y el aborto?
Parecería que la anticoncepción reduce los embarazos no deseados y, por lo tanto, el aborto pero en realidad sucede lo contrario. Numerosos estudios demuestran que aumentar el acceso de anticonceptivos en una población grande no reduce las tasas de embarazos no deseados y abortos y que puede aumentarlas.
Evalúe los siguientes datos:
- 1 de cada 3 adolescentes quedará embarazada dentro de los dos años de iniciar la actividad sexual, incluso con el uso de anticonceptivos
- casi la mitad (el 48.4%) de las adolescentes de bajos ingresos que cohabitan y usan la píldora y el 72% de quienes usan preservativos como su método principal de control de la natalidad, quedarán embarazadas dentro de los 12 meses
- 65% de las mujeres que informaron embarazos no deseados en una importante encuesta francesa estaban usando anticonceptivos
- los expertos en anticonceptivos ahora reconocen que las píldoras son “un método anticuado” y que el uso al pie de la letra es imposible “para la mayoría de los seres humanos”
- 54% de mujeres en Estados Unidos que buscan realizarse un aborto usaban anticonceptivos en el mes en que quedaron embarazadas
- un análisis de 23 estudios sobre anticonceptivos de emergencia no halló evidencia alguna de que mayor acceso a ellos reduzca las tasas de embarazos no deseados o abortos
- un aumento del 63% en el uso de anticonceptivos entre 1997 y 2007 estuvo acompañado de un aumento del 108% en la tasa de aborto en España.
(Para las fuentes, ver La vida importa: la anticoncepción).
¿Qué es la planificación familiar natural (PFN)?
La planificación familiar natural es un nombre general que se le da a los métodos de planificación familiar que se basan en el ciclo menstrual de la mujer. El hombre es fértil toda su vida, pero la mujer es fértil solo unos pocos días cada ciclo antes de la menopausia. Algunos piensan que la PFN supone usar un calendario para predecir la época fértil. Eso no sucede hoy con PFN. La mujer siente señales claras y observables que le indican cuándo es fértil y cuándo es infértil. Aprender a observar y comprender estas señales es el corazón de la educación en la planificación familiar natural.
Cuando una pareja decide posponer un embarazo, la PFN puede ser muy eficaz. La PFN también puede ser muy útil para las parejas que desean tener un hijo, ya que identifica el período de ovulación. Muchos especialistas en materia de fertilidad la usan con este fin. Así los cónyuges pueden tener relaciones sexuales cuando saben que hay mayores posibilidades de que se produzca la concepción. (Ver Amor matrimonial y el don de la vida)
Del domingo 22 de julio al domingo 29 de julio se celebra la semana nacional de concientización sobre la PFN en Estados Unidos. El tema para el 2012 es: “Fieles mutuamente”. Visite el sitio digital de PFN para más información.
¿Existe realmente alguna diferencia entre usar la anticoncepción y practicar la planificación familiar natural?
A primera vista, parece haber poca diferencia. Pero el resultado final no es lo único que importa, la manera en que llegamos a ese resultado marca una enorme diferencia moral. Algunas maneras respetan los regalos que Dios nos da y otras no. Los cónyuges que han practicado la planificación familiar natural luego de usar la anticoncepción han sentido una profunda diferencia en el significado de su intimidad sexual.
Cuando los cónyuges usan la anticoncepción, ya sea física o química, suprimen su fertilidad, afirmando que solo ellos tienen control sobre el poder de crear una nueva vida humana. Con la PFN, los cónyuges respetan los designios de Dios para la vida y el amor. Pueden elegir abstenerse de la unión sexual durante el período fértil de la mujer, sin destruir de manera alguna la entrega de amor y de vida que está presente. Esta es la diferencia entre elegir falsear el lenguaje corporal matrimonial y elegir no hablar ese idioma algunas veces.
El apoyo de la Iglesia a la PFN no se basa en que es “natural” y no artificial. Más bien, la PFN respeta el poder que Dios nos da para crear con amor una nueva vida humana incluso cuando no estamos buscando activamente ejercer ese poder. Sin embargo, debido a que la PFN no cambia el cuerpo humano de ninguna forma ni perturba su equilibrio con drogas o dispositivos potencialmente dañinos, la gente de otra fe o sin afiliación religiosa también ha comenzado a usar este método con el deseo de ponerse en armonía con su cuerpo. También han descubierto que lleva a que las parejas demuestren mayor consideración y respeto el uno por el otro.
Como dijo uno de los esposos que practica la PFN: “La PFN me ha ayudado a madurar, aunque todavía me falta mucho camino por recorrer. ... Me ha llamado a valorar a mi esposa, en vez de simplemente desearla” (Fieles el uno con el otro por siempre, 45-46). (Ver Amor matrimonial y el don de la vida)
¿Cuál ha sido la experiencia de los cónyuges que practican PFN?
Cada pareja es única pero muchas de las que practican PFN tienen un hermoso relato que contar, como los siguientes:
“[La planificación familiar natural] se ha convertido en algo más que un método de regulación de la natalidad totalmente seguro, sano y fiable. Las cualidades esenciales de autocontrol, autodisciplina, respeto mutuo y responsabilidad compartida afectan todas las facetas de nuestro matrimonio, por lo que nuestra relación se vuelve más íntima”. (Fieles el uno con el otro por siempre, 44)
“Debido a la PFN nuestra unión es diferente, es más un brindarse totalmente. . . porque estamos abiertos a la vida, damos todo”. (La planificación familiar natural bendijo nuestro matrimonio, 64)
“La PFN requiere comunicación y compromiso, pero ¿acaso no es eso el matrimonio? Hemos ganado mucho por utilizar la PFN y no hemos perdido nada”. (La planificación familiar natural bendijo nuestro matrimonio, 18)
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida o Relatos de parejas en la página digital de PFN)
¿Algunos métodos de control de la natalidad pueden causar abortos?
Algunos métodos de control de la natalidad tienen como objetivo prevenir la unión del esperma y el óvulo, por lo tanto actúan solo como anticonceptivos, incluyendo los métodos de barrera como los preservativos y los diafragmas.
Por otra parte, los métodos hormonales como la píldora pueden funcionar de diversas maneras. Pueden suprimir la ovulación o alterar la mucosidad cervical para prevenir la fertilización y por lo tanto actúan como anticonceptivos. Pero algunas veces pueden tener otros efectos, como cambios en las paredes del útero. Si la acción anticonceptiva falla y la fertilización se lleva a cabo, estos métodos hormonales pueden imposibilitar que una vida recién concebida se implante y sobreviva. Eso sería un aborto temprano. Hay diversas opiniones médicas sobre la frecuencia en que esto ocurre. Actualmente no hay manera de saber precisamente cómo funcionan estas drogas en un momento determinado en el organismo de una mujer determinada.
La preocupación respecto del riesgo de causar un aborto temprano es mayor en el caso de las píldoras que se toman luego del acto sexual para prevenir un embarazo (“anticoncepción de emergencia” o “píldora del día después”). En algunos casos estas píldoras se toman cuando el esperma y el óvulo ya se han unido para crear una vida nueva, por lo que la droga tiene el efecto indiscutible de causar un aborto temprano.
(Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
¿Cuál ha sido el impacto de la anticoncepción en la sociedad?
Muchos se sorprenderían al saber hace cuánto tiempo todas las iglesias cristianas se han puesto de acuerdo respecto de esta enseñanza contra la anticoncepción. Recién en 1930 algunas denominaciones protestantes comenzaron a rechazar esta posición que se había sostenido durante mucho tiempo. Quienes se opusieron a esta tendencia predijeron un aumento del sexo prematrimonial, del adulterio, de la aceptación del divorcio y del aborto. Luego, en 1968, el Papa Pablo VI advirtió que el uso de la anticoncepción permitiría que un cónyuge tratara al otro más como un objeto que como una persona y que, con el tiempo, los gobiernos se sintieran tentados de imponer leyes para limitar el tamaño de las familias. El Papa Juan Pablo II habló sobre la estrecha relación entre la anticoncepción y el aborto, observando que “los contravalores inherentes a la ‘mentalidad anticonceptiva’... son tales que hacen precisamente más fuerte esta tentación [del aborto], ante la eventual concepción de una vida no deseada” (Evangelium vitae, no. 13).
Estas predicciones se han hecho realidad. Hoy vemos una pandemia de enfermedades de transmisión sexual, un aumento enorme en la cohabitación, que uno de tres niños nace fuera del matrimonio y el uso del aborto cuando falla la anticoncepción. El fracaso de respetar el poder del amor matrimonial para crear vida nueva ha socavado el respeto por la vida y por la santidad del matrimonio. (Ver Amor matrimonial y el don de la vida).
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