Justo antes de la Plegaria eucarística, el sacerdote coloca solemnemente el pan y el vino sobre el altar mientras ora: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan [vino], fruto de la tierra [vid] y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros pan de vida [bebida de salvación]”. Este elemento ritual manifiesta “la forma eucarística de la vida” y favorece “un auténtico cambio de mentalidad en el modo de ver la historia y el mundo” (Papa Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 92). La liturgia tiene el poder de transformarnos en personas que cuidan de nuestra casa común.

Teología

El estribillo del primer relato de la creación en el Libro del Génesis es: “fue bueno”. Dios, que es bueno, crea, y la creación participa en su bondad y la manifiesta. El sexto día, Dios crea al hombre y a la mujer, y mirando todo lo que ha hecho, Dios lo encuentra “muy bueno”. Este “muy bueno” se produce porque la persona humana es creada a imagen de Dios y, como representante de Dios, ejerce un cuidado o “dominio” divino en nombre de la creación. Este dominio se ejerce de dos maneras. Primero, el hombre y la mujer median en la creatividad de Dios labrando y manteniendo la creación para el bienestar de todos. Gracias a los esfuerzos colaborativos de la humanidad, la naturaleza se convierte en un jardín, el grano en pan y las uvas en vino. Estos dones están destinados a ser disfrutados y celebrados por todos, y esta es la segunda manera en que la humanidad ejerce dominio: mediando conjuntamente en la acción de gracias de la creación, su eucharistia, a Dios. La creación alaba a Dios por su existencia, pero lo hace en silencio; la humanidad da voz a la creación. En la plenitud de los tiempos, el Verbo se hace carne, tomando para sí toda la creación y transformándola. La creación sirve al misterio pascual de Cristo –el madero de la cruz y la roca del sepulcro– y, al establecer los sacramentos que comunican su vida divina a los seres humanos, Cristo hace uso de las cosas creadas.

Liturgia

Además del servicio de la creación en la liturgia y los sacramentos, una relación adecuada con las cosas creadas prepara el camino para una auténtica participación litúrgica. En Laudato si’, el Papa Francisco describió el paso de una comprensión superficial de la creación a una comprensión integral, que percibe la forma en que las criaturas manifiestan la bondad de Dios (cfr. nn. 233-234). El Santo Padre describió algo similar en la liturgia, que requiere que los cristianos lean los símbolos, pasando del signo exterior a la realidad interior (cfr. Desiderio desideravi, nn. 44-46). Leer la creación nos facilita leer la liturgia, y esta auténtica participación litúrgica nos prepara para ser personas que cuidan de nuestra casa común.

En 2015, el Papa Francisco estableció para la Iglesia Católica la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación el 1º de septiembre de cada año, celebración que se observa en este día desde 1989 por las Iglesias Ortodoxas. En 2007, el Consejo Mundial de Iglesias estableció el período comprendido entre el 1 de septiembre y el memorial de san Francisco de Asís, el 4 de octubre, como un “Tiempo de la Creación” ecuménico. Las comunidades pueden celebrar este día o tiempo litúrgicamente de diversas formas, especialmente en la homilía, la Oración universal y las selecciones musicales.

El Misal Romano también contiene Misas y oraciones por varias necesidades y para diversas circunstancias que están relacionadas con el tema de la creación:

  • “Por la santificación del trabajo humano” (n. 26)
  • “En el tiempo de la siembra” (n. 27)
  • “Para después de la cosecha” (n. 28)
  • “En el tiempo de hambre o por los que padecen hambre” (n. 33)
  • “Para pedir la lluvia” (n. 35)
  • “Para pedir buen tiempo” (n. 36)
  • “Para alejar las tempestades” (n. 37)

Las oraciones de estos formularios de Misa expresan: el origen divino de la creación para el sustento de todas las personas; el origen, dirección y consumación de la obra humana por la gracia divina; la acción de gracias y la alabanza como los fines del trabajo humano, y la fecundidad terrenal como un llamado a la fecundidad espiritual.

Acción

Una forma de actuar es estudiar la encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de nuestra casa común, Laudato si’; puede encontrarse una guía de discusión útil en USCCB.org/environment. Los “simples gestos cotidianos” realizados en común también pueden tener un enorme impacto (Laudato si’, n. 230): reducir el uso de servicios públicos y la basura o reciclar y hacer composta. Además, a la luz de la enseñanza de la Iglesia sobre el destino universal de los bienes (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2402-2406), es importante preguntarse quiénes no tienen acceso a los bienes de la creación que necesitan para su bienestar. A menudo son las poblaciones vulnerables las que más sufren la distribución desigual de los recursos (cfr. Laudato si’, n. 230).

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