Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Notas al leccionario
Domingo, 23 de noviembre de 2025
Lecturas
Primera lectura—2 Samuel 5,1-3
Salmo responsorial—Salmo 121,1–2. 4–5
Segunda lectura—Colosenses 1,12–20
Evangelio—Lucas 23,35–43
La esperanza en la misericordia de Dios
- Al describir la preeminencia de Cristo, San Pablo también incluye una nota que es clave para la esperanza cristiana: Jesús es “el primer nacido de entre los muertos”. Jesús resucitó de entre los muertos, lo que nos muestra lo que podemos esperar: la Resurrección. Nosotros también resucitaremos con Cristo, en cuerpo y alma, y participaremos de su gloria.
- Obramos con esta esperanza aferrándonos a Cristo y esforzándonos por vivir como sus discípulos, unidos a él como miembros de su cuerpo, la Iglesia. La vida espiritual y sacramental de la Iglesia tiene este fin: reunirnos como un solo cuerpo, íntimamente ligado a la cabeza. No es por nuestras obras, sino por estar en comunión con Cristo, por la gracia de Dios, que alcanzamos la meta de nuestro más profundo deseo: la vida eterna con Dios.
- El ladrón arrepentido que fue crucificado junto a Jesús, san Dimas, muestra de manera hermosa lo que es la esperanza en la misericordia de Dios. Aunque se enfrenta a la ejecución por las faltas que ha cometido, se encomienda a la misericordia de Jesús.
- Una de las virtudes más importantes que deben pedir los cristianos es la esperanza. A menudo se piensa en la esperanza como un deseo de un bien que es posible alcanzar. Compartir la vida eterna en comunión con Dios solo puede lograrse por la gracia de Dios, por lo que la esperanza en Cristo es un don de Dios. La esperanza es una especie de motor que nos empuja hacia adelante en la vida cristiana. Cuando tropezamos en el pecado, como ocurre a menudo, la esperanza nos impulsa a levantarnos, a buscar la sanación en el confesionario y a seguir adelante en el camino. Por otro lado, cuando perdemos la esperanza, caemos en la desesperación, y nos negamos a levantarnos y a aceptar la misericordia sanadora de Dios. Pero san Dimas nos muestra que nunca es demasiado tarde para acudir al Señor y pedirle misericordia. En este día, podemos pedir a Cristo Rey, primer nacido de entre los muertos y cabeza de la Iglesia, que encienda en nosotros esa llama de la esperanza.
En su encíclica sobre la esperanza, el papa Benedicto XVI reflexiona sobre el reino que anhela el ladrón arrepentido:
“Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es 'realmente' vida”. (Spe salvi, 31)
- Al celebrar a Cristo nuestro Rey, pedimos la gracia de perseverar en la esperanza.
Fe en el Señor que sufre
- Las dos lecturas del Nuevo Testamento en el leccionario de este año resaltan la singularidad de la fe cristiana. Por un lado, como dice san Pablo, Cristo es Rey del universo entero “porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra... Todo fue creado por medio de él y para él”. Al mismo tiempo, este rey es objeto de burlas mientras cuelga en la cruz. ¿Cómo es posible que el Señor del universo parezca ser un hombre tan débil?
- Esta pregunta puede atormentarnos hoy. Vemos injusticia y sufrimiento que nos rodean, que parecen quedar sin resolver. Muchas de las instituciones de las que dependemos, incluyendo a la Iglesia en cierto modo, parecen estar en decadencia. La descripción de Jesús que hace san Pablo parece muy difícil de creer.
- En esta lectura del Libro de Samuel, David es alabado como un gran rey, pero hacemos bien en recordar que cuando Samuel identificó por primera vez a David como el llamado por el SEÑOR para ser rey de Israel, no fue reconocido inmediatamente por los demás como alguien especialmente significativo. Samuel fue a ver a Jesé, sabiendo que Dios le diría cuál de los hijos de Jesé era el elegido, pero Jesé ni siquiera llevó a David a Samuel. En ese pasaje, Dios le dice a Samuel: “Dios no ve las cosas como los hombres: el hombre se fija en las apariencias” (1 Samuel 16,7).
- ¿Cómo ve una persona más allá de la “apariencia”? Por la fe.
- Muchos al ver a Jesús en la cruz solo ven un fracaso. En el pasaje del Evangelio según san Lucas, algunas de esas personas se burlan de él. Ridiculizan a Jesús en su sufrimiento.
- Pero el ladrón reconoce que Cristo es Rey. Ve lo que otros no ven. No solo señala que Jesús no es un malhechor. Implora a Jesús que se acuerde de él cuando llegue a su reino. El Papa Francisco comenta: “Aquel día, en el Calvario, muchas voces callaban, tantas otras se burlaban, tan solo la del ladrón fue capaz de alzarse y defender al inocente sufriente; toda una valiente profesión de fe. En cada uno de nosotros está la decisión de callar, burlar o profetizar”. ¿Qué provocó esta conversión? El don de la fe. La fe no es algo que podamos invocar por nosotros mismos. Al igual que la esperanza, es un don de Dios.
- Cuando vemos los sufrimientos de los cristianos en lugares como China y Nicaragua, puede ser fácil permitir que el desánimo nos nuble la visión. Esta fiesta nos recuerda que el reino de Cristo pertenece a los pobres y humildes que abrazan la cruz. Todo lo que podemos hacer en medio de tiempos difíciles es pedir a Dios que ilumine nuestra mente y fortalezca nuestro corazón para seguir aferrados a Cristo nuestro Rey. Como dijo el papa León XIV: “Es el Resucitado quien cambia radicalmente la perspectiva, infundiendo la esperanza que llena el vacío de la tristeza. En los senderos del corazón, el Resucitado camina con nosotros y por nosotros. Testimonia la derrota de la muerte, afirma la victoria de la vida, a pesar de las tinieblas del Calvario. La historia todavía tiene mucho que esperar en el bien”.