La Eucaristía es la “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (Lumen Gentium [Constitución dogmática sobre la Iglesia], no. 11). En la liturgia eucarística y en nuestras oraciones ante el Santísimo Sacramento nos encontramos a la presencia de Dios de maneras personales y profundas. Pero la Eucaristía también es algo social, tal y como nos lo recuerda el Papa Benedicto XVI en Deus Caritas Est (Dios es amor):
“Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma”.
La Eucaristía, celebrada en comunidad, nos enseña la dignidad humana, nos llama a una correcta relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Como Cuerpo de Cristo, nos envía en misión para ayudar a transformar nuestras comunidades, barrios y el mundo. La enseñanza de la Iglesia, arraigada tanto en la Escritura como en la Tradición, subraya la naturaleza personal y social de la Eucaristía.